Hace un tiempo no muy lejano, la compañía norteamericana Boeing era reconocida en el mundo de la aviación como el fabricante de aeronaves más fiable del mundo. Era, sin duda, un estandarte de seguridad mecánica, y los diseños y fabricación de sus aparatos rozaban la perfección técnica, su mejor publicidad, eran los propios profesionales del sector aeronáutico, pilotos, mecánicos, ingenieros aeronáuticos y todos aquellos que podían comparar la calidad de sus aeronaves, pero algo truncó esta fama y su intachable reputación.
Fue en fecha 29/10/2018 y 10/3/2019 cuando dos aviones nuevos, propiedad de Lion Air y de Ethiopian Airlines, caían estrepitosamente, dejando una cifra de 346 fallecidos. Estos dos accidentes provocaron la parada mundial de todos los modelos Boeing 737 MAX, anunciada por Donald Trump, que por aquel entonces era el Presidente de los EEUU.
El denominador común de estos dos accidentes, según se ha podido comprobar en prolijas investigaciones, fue un fallo proveniente del sistema MCAS, que era un mecanismo de seguridad que estaba implementado hace varios años en los viejos modelos 737, y que permitía, hablando en términos coloquiales, que el morro del avión bajara cuando la aeronave picaba hacia arriba. Este sistema permitía corregir y estabilizar la aeronave. Hasta aquí, ningún problema. Boeing tenía este sistema implementado a plena satisfacción de las compañías aéreas y de sus pilotos.
La intrahistoria del precipitado nacimiento del modelo 737 MAX comenzó cuando Airbus, su principal competidor, sacó al mercado un modelo arrollador, el A320 NEO, una aeronave que conseguía un importante ahorro de combustible y que empezó a devorar el mercado de la aviación.
Boeing sabía que debía contratacar y puso a sus ingenieros en marcha para diseñar una nueva aeronave que fuera una evolución del 737 y pudiera reducir el consumo de combustible.
El objetivo no era fácil, habida cuenta de que Airbus había hecho un producto redondo en términos de eficiencia, reduciendo ostensiblemente los costes de los trayectos, una circunstancia capital para las compañías aéreas a la hora de elegir fabricante y modelo para reemplazar o comprar nuevas aeronaves.
Boeing, finalmente, consiguió lanzar al mercado el nuevo 737 MAX, un modelo continuista del viejo y exitoso 737, y que prometía unos consumos a la par o incluso mejores que el Airbus 320 NEO. Pero, ¿qué pasó con esta aeronave? Algo dramático y que bien pudo evitarse, como veremos.
Hace escasos días, vimos como la Fiscalía de los EEUU ha propuesto un acuerdo a Boeing para evitar el juicio…
Lee el artículo completo publicado por Felipe García en LA RAZÓN.
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